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The Box (Richard Kelly, 2009)   Leave a comment

The Box 01

Dos misterios orbitan alrededor de The Box. Uno es sobre la película misma y otro sobre su director, el joven prodigio Richard Kelly. Convertido en estrella gracias al éxito inesperado de Donnie Darko, naufragó en Cannes con Southland Tales. La primera es una película independiente (atendiendo a todas sus características: situada en una pequeña población norteamericana, actores comerciales en papeles secundarios, retrato costumbrista-crítico de una comunidad) que se ve invadida por la presencia de toques fantásticos hasta convertirse en una experiencia cercana al cine de David Lynch o David Cronenberg. Su segundo trabajo parte de una premisa bien distinta: una distopía que apela a un futuro multirreferencial, invadido por la cultura pop, donde cualquier sentimiento e ideología han perdido su significado. Su humor estúpido y su desfase estético fueron motivo de condena para muchos, pese a que se podría entender sin ningún problema como continuación directa de Donnie Darko.

En las dos primeras películas de Kelly nos encontramos ante unos personajes que intentan escapar de un mundo que determina su existencia, pero donde aparece una persona que es capaz de subvertir ese orden de las cosas. En Donnie Darko, el orden espacio-temporal del universo golpeado por aquello que todavía desconocemos. En Southland Tales parecen moverse muchos más niveles en una relación compleja: desde la guerra de Iraq (con un solemne y emocionante “remember Fallujah”) hasta nuevamente las leyes del universo: espacios que se comprimen y tiempos que se superponen.  Southland Tales es una película mucho más quebrada y dispersa que Donnie Darko. Es un universo en descomposición, un mundo que camina inevitablemente hacia su destrucción y en el que la ideología (el neomarxismo) olvida su valor primigenio.

Tras ver The Box, se podría aplicar todo lo dicho anteriormente. El principio es excelente. Lo mejor de Richard Kelly es su habilidad para proponer argumentos. Un matrimonio ante un dilema moral (supongo que a estas alturas todo el mundo conoce su argumento, en caso contrario que utilice alguna base de datos de las recomendadas). Aunque la pareja es también el dilema en sí mismo. Él es un científico de la NASA y ella una profesora de filosofía. Al igual que en Donnie Darko, el pensamiento científico se mueve en unos márgenes poco definidos que lo acercan al pensamiento mágico. En este sentido, lo más sorprendente de la película es que Kelly filma las escenas en la NASA de forma muy misteriosa y, sin embargo, las apariciones fantásticas se muestran con muchísima naturalidad.

Para comentar esto último con mayor extensión, sería interesante tratar otra constante habitual del cineasta norteamericano: su gusto por contextualizar sus películas. En Donnie Darko, los años 80, la era Reagan y el auge de la Mayoría Moral. En Southland Tales, un futuro asediado por el cambio climático, por la dictadura de los mass-media, la guerra y la degeneración del conflicto ideológico. Para The Box, Kelly se traslada a 1976, tiempo en el que el país norteamericano vio el fin de la guerra de Vietnam, pero también el del movimiento contracultural. Perdió la esperanza en el cambio político, en la figura del presidente, tras el escándalo Watergate. Tanto en Donnie Darko como en The Box, la política se mantiene en off, pero el comportamiento de los personajes parece determinado por el devenir histórico del momento. En estos dos casos, las familias aparentemente felices se quiebran ante la aparición de lo paranormal y lo inexplicable, a la manera de David Lynch. Para directores como Lynch o Kelly (por citar dos entre muchos), lo fantástico es una forma de “hacer ver” la realidad. Lo real se halla tan contaminado (por la política, por los medios de comunicación) que la única forma de romper esa barrera es ir en busca de todo lo contrario.

Pero para The Box, es difícil saber si es más inexplicable toda la serie de circunstancias surrealistas que le acontecen a la pareja protagonista (desde dilemas kafkianos hasta una aparición de un siniestro Santa Claus) o todos los acontecimientos políticos del país: el caso Watergate, la llegada a la luna o la carrera nuclear auspiciada por la guerra fría. De ahí que los planos de las grandes estructuras de la NASA que filma el director parezcan algo ajeno a nuestra concepción de la realidad, tanto como la intriga fantástica que se desarrolla (con poca fortuna). En la película se cita a Sartre (el dilema moral), pero al final termina acercándose (de nuevo citando) a Arthur C. Clarke y su ciencia ficción de vertiente científica. Se trata pues, de un cineasta que parece moverse más cómodo en la ficción que en la propia realidad, aunque en última instancia su cine parece una reflexión acerca de esa gran ficción llamada América.

Publicado 23 noviembre 2009 por Nick en Uncategorized

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